CD Porvenir 3 Athletic Rompeolas 2

Distinto camino para el mismo final triste

El Athletic Rompeolas se hunde tras el descanso y vuelve a perder en su debut frente al CD Porvenir pese a haber contado con ocasiones muy claras para haber sentenciado en el primer tiempo

 

El nuevo central del Rompeolas, Javi Ricón, despeja de cabeza frente al delantero local Raúl González.

 

CD Porvenir               3

Fernando Penco; Martín Recio (Sergio Mori, 40), Carlos Gutiérrez, Carlos Penco, David Lahoz; Jorge Lainez, Ángel Vicente, Óscar Saenz (Alberto, 40); Daniel Gómez, Máximo Bolea, Raúl González (José Julio Zamora, 56).

Athletic Rompeolas  2 

Pablo; Ernesto (Ángel, 69), Javier Ricón (Alberto, 76), José Antonio, Kike (Mario, 71); David González, Rober, Dioni, Joaquín; Jordi, Posadas.

Goles: 0-1, min. 10: Jordi. 1-1, min. 16: David Lahoz. 1-2, min. 27: Joaquín. 2-2, min. 47: Sergio Mori. 3-2, min. 52: Maxi Bolea.

Árbitro: Francisco José Palacín. Mostró cartulinas amarillas a los locales Jorge Lainez y Carlos Penco y a los visitantes Rober, José Antonio y Javi Ricón.

Incidencias: primera jornada de la liga 18/19 de Segunda Preferente Laboral. Mañana soleada y buena temperatura. De la convocatoria del Rompeolas se cayeron la víspera José Manuel, por un problema estomacal, y Juan, éste último por un una contusión en un ojo. De parte del conjunto blanquinegro acudieron a presenciar el choque David Orcajo, lesionado de gravedad la temporada pasada, Visiedo y el propio Jaun Estraña. En el transcurso del segundo tiempo, detrás del banquillo visitante, un camión de grandes dimensiones impactó contra la valla que delimita el campo durante una maniobra de aparcamiento.

EL RABAL. Lo que podía haber sido un estreno para enmarcar se convirtió en un naufragio colectivo. El Athletic Rompeolas deslumbró y perdonó al CD Porvenir durante el primer tiempo y se extravió en el segundo acto, dejando en evidencia muchas debilidades. Por dos veces se adelantó en el marcador, la segunda de ellas incluso sobreponiéndose a una pifia de Pablo, pero los locales igualaron el luminoso otras tantas y acabaron barriendo a un equipo hecho jirones.

Detrás de tamaño extravío aparecen la pérdida del control del centro del campo, el bajón físico y la endeblez mental de un grupo todavía sin demasiadas convicciones, cuyas principales figuras brillan y se gustan cuando todo viene de cara, pero que se hunden solos en cuanto aparecen los nubarrones. La liga acaba de comenzar, todavía faltan rostros nuevos por aparecer y el necesario acoplamiento, pero entre tanto siguen aflorando los vicios del pasado.

Si hace un año este mismo partido inaugural de la competición dejó claro desde el primer minuto lo lejos que estaba el Rompeolas de su mejor versión («Mucho por mejorar), titulamos entonces, ayer el conjunto blanquinegro pareció un equipo más hecho en el primer tiempo, en el que desarboló la defensa local por ambas bandas gracias a las apariciones furtivas de Jordi y Posadas en posiciones intermedias y a las incursiones veloces de Dioni y Joaquín por los costados. Esa disposición, el gran despliegue físico de Rober y David González en el centro y la vigilancia de los cuatro de atrás (José Antonio y el debutante Javi Ricón, Kike por la izquierda y Ernesto por la derecha), bastaron para contrarrestar el poderío ofensivo del tridente dispuesto por los locales. Su defensa se adelantó alocadamente tratando de achicar el espacio en el centro y lo que consiguió fue quedar a merced de los envíos cruzados.

Muy pronto, minuto 5, avisó Posadas, muy suelto, con un disparo sin miramientos desde la frontal al que Fernando Penco respondió despejando a saque de esquina, no sin evidentes problemas. Las bandas del Rompeolas eran carriles de alta velocidad por los que Joaquín y especialmente Dioni hacían mucho daño.

El primer tanto de la mañana llegó por la parte izquierda. Un centro de Joaquín fue horriblemente despejado por el lateral izquierdo, que dejó la pelota a los pies de Rober. El centrocampista del Rompeolas no acertó ante la media salida de Penco, pero su intentona dejó el balón suelto para que Jordi con maestría alojara el esférico en el interior de la red. La ventaja y el empuje de los locales reforzaron la conveniencia de esperar protegidos en campo propio a la espera de más huecos. Y todo iba bien hasta que Pablo pidió a José Antonio un balón aéreo que venía cruzado por la zurda del lateral David Lahoz y el esférico, mojado por la humedad del campo, se le escurrió entre las manos y acabó alojado en la red.

Detrás de esa pifia más que evidente, queda oculta una concatenación de errores no forzados, comenzando por la cesión atrás de Joaquín cuando recibió de espaldas en el centro del campo, el posterior mal despeje de José Antonio que se marchó a la banda derecha, la habitual falta de contundencia de Ernesto en cualquier balón que le llegue botando (acabó tendido en el suelo por un golpe y el CD Porvenir echó el esférico fuera para que se recupera), la falta de tensión tras la deportiva devolución del esférico a los locales y, por fin, llegamos de nuevo al lejano envío de David Lahoz desde el centro del campo que supuso el empate a uno.

Posadas encara al portero Penco y decide regatearlo hacia su izquierda.

Lejos de venirse abajo, el Athletic Rompeolas siguió muy suelto en la zona de creación y generó ocasiones muy claras para ponerse nuevamente por delante. Posadas se marchó en velocidad dejando en evidencia a los dos centrales locales, regateó al portero pero se quedó sin ángulo para rematar junto al palo y devolvió el esférico al centro para la llegada de Dioni, que fue derribado por dos defensores cuando se disponía a alcanzar el envío ante la pasividad del árbitro Palacín.

En la siguiente acometida del Rompeolas, de nuevo Posadas disfrazado de velocista se plantó delante de Penco y optó entonces por chutar directamente con el empeine pero su lanzamiento se marchó a la derecha de los tres palos. Los dos avisos desquiciaron definitivamente al Porvenir, que veía agujeros defensivos por todas partes. Su defensa se adelantó todavía más y en el minuto 27, tras una pérdida en la banda derecha, el Rompeolas firmó una jugada colectiva para enmarcar. Dioni encontró por el centro a Rober, éste conectó con con un Posadas que, de espaldas, giró sobre sí mismo para enviar un pase cruzado a la espalda del lateral derecho local. Joaquín corrió más que nadie y resolvió con acierto delante del portero. 1-2. El camino del triunfo estaba marcado y las sensaciones no podían ser mejores.

Joaquín celebra el tanto que suponía el 1-2 a pase de Posadas.

Sólo una acción sobresaltó a la zaga visitante antes del descanso: un remate de cabeza muy forzado de Raúl González dentro del área pequeña tras una internada local por la banda izquierda. De hecho el Rompeolas aún acumuló otra oportunidad de la que luego lamentarse. Tras un saque de esquina por la parte derecha de su ataque, Joaquín, con todo a favor, mandó el balón al limbo con su pierna derecha.

En el descanso hubo reparto de parabienes, llamadas a la calma y a perseverar en la idea de seguir protegidos atrás (sin encerrarse) buscando al mismo tiempo estar más certeros de cara al marco rival. Mientras tanto, en la caseta rival se estaba fraguando la reacción de los locales. El CD Porvenir dio entrada a Sergio Mori y a Alberto, tomó la iniciativa de forma evidente y se adueñó de la pelota y el centro del campo. Maxi Bolea se agigantó en la punta de ataque y comenzó a dar muchos problemas a los hasta entonces muy tranquilos centrales del Rompeolas. El conjunto blanquinegro se quedó sin respuesta ante el nuevo escenario y sólo pudo capear el temporal como pudo, escondiéndose en su guarida.

Maxi Bolea desnudó la endeblez de la defensa visitante con dos remates sin oposición al borde del área. En el primero, disparó con una rosca envenenada muy cerca del palo izquierdo del marco de Pablo y en el segundo, a la media vuelta y delante de un superado Javi Ricón, se sacó otro lanzamiento ajustado al palo contrario al que, esta vez sí, el portero del Rompeolas respondió como suele con una gran parada abajo.

Esa sensación de agobio creciente generó otra vez el típico impulso kamikaze de salir al paso del morlaco a pecho descubierto. Nació el runrún en los gritos de Ángel desde el banquillo llamando a adelantar las líneas y creció en las cabezas de la línea defensiva. Estamos muy atrás porque no salimos. Así que sólo hay que salir y problema resuelto. Bien, parece que cuesta entender el concepto, pero habría que ir captando ya que un defensa no se queda en su sitio por gusto. Se queda atrás porque sus compañeros de delante han perdido el dominio del juego, porque no ve opción de que su equipo recupere el balón y porque no quiere que le pillen la espalda y entonces tener que correr hacia atrás ya en desventaja. No quiere en suma que le metan gol, objetivo que debiera ser compartido por todos.

Siguiendo el razonamiento sin razón de los que llaman a saltar como hacían antiguamente las infanterías en los combates cuerpo a cuerpo, sería evidente el hueco generado entre la primera línea que acude a presionar y roba el balón y lanza el ataque y la temerosa línea defensiva que se queda atrás. Pero nunca (o casi nunca es así). No hay ningún hueco entre ambos frentes porque el primero que se queda clavado es el ataque y esto no va de empujar, esto va de permanecer unidos en una formación agrupada. La defensa no sale o no debe salir si no ve que su equipo progrese. Sí que puede saltar y tirar una línea de fuera de juego si cuenta con el recurso de la velocidad y la maestría para ejecutar esa acción, pero ese movimiento casi siempre acaba con la coartada del defensa con un brazo levantado la mano reclamando fuera de juego a un árbitro que no tiene recursos sino para dejar seguir la jugada en la que uno o dos atacantes acaban marcando gol a placer ante una zaga clavada en el sitio.

Es la típica escena de una pachanga en la que los defensas tienen pocas ganas de correr hacia atrás, que siempre es lo que más cuesta, pero de ningún modo es una situación que se deba conceder en un partido en el que hay en juego tres puntos.

Evidentemente, a la larga, quedarse atrás sólo puede llevar a terminar encajando un gol porque dejas que el peligro merodee tu portería, pero también hay que saber sufrir, aguantar el tirón y sobrevivir en circunstancias complicadas porque en cualquier momento puedes sacar la cabeza.

¿Y qué ocurrió en el partido que nos ocupa? Pues eso mismo. La defensa del Rompeolas salió hasta el centro del campo tras un despeje. Nadie acudió a presionar la salida de balón del Porvenir, que con un simple pelotazo a la espalda de Ernesto dejó vía libre para que el recién ingresado Sergio Mori hiciera el gol de su vida (seguro que no será el primero logrado de forma inverosímil) lanzando un centro chut que dio en el palo izquierdo del portal de un superado Pablo y acabase en la red, 2-2. Salid, salid, malditos.

Dioni reaccionó intercambiando su posición con Ernesto creyendo en personal un problema colectivo. No estuvo mal tirado, pero muy pronto el impulso de verlo todo perdido lo devolvió al ataque.

Tan sólo cinco minutos después la zaga blanquinegra volvió a quedar en evidencia. Otro pelotazo sin miramientos del Porvenir pilló en línea a los dos centrales muy cerca del círculo central. Ninguno previó una cobertura necesaria en esa posición tan adelantada. José Antonio en su salto sólo llegó a peinar el balón hacia atrás y Javi Ricón no siguió la carrera de Maxi Bolea, que con una acertada vaselina superó la salida a la desesperada de Pablo, 3-2 y vuelco definitivo al partido. Hacía ya muchos minutos que Posadas había torcido el morro acumulando carreras en inferioridad buscando sin ninguna fe balones perdidos y dejando de presionar a quien tenía que hacerlo, el capitán Carlos Penco (dorsal 4, David), el que lanzaba todos los balones en largo buscando a Maxi. Que Jordi había sacado su repertorio de aspavientos quejándose de que todo era un desastre, empezando por él mismo, hasta el punto de desentenderse de varios balones que pasaron por delante de sus ensimismadas narices. Que Joaquín había desaparecido del campo (apenas volvió a tocar el balón). Que Dioni había dejado de recibir pases al hueco por la parte derecha. Que David González (por fuerza tuvo que pagar su inactividad) y Rober corrieron como locos sin llegar nunca a tiempo.

Distintos rostros, diferentes ritmos. Rober busca el saque rápido, el árbitro saca una amarilla y Joaquín mira al suelo. 

El CD Porvenir perdonó la sentencia en varias ocasiones, la más clara otro balón suelto que dejó Pablo en un día aciago y que Raúl González no acertó a alojar en la portería.

Cuenta creer cómo los dos jugadores más talentosos del partido, entiéndanse por el bando visitante Posadas y Jordi, puedan venirse abajo con tanta facilidad, pero así fue y no es la primera vez.

Faltaron recursos en el banquillo para darle la vuelta al bodrio, es evidente. Los cambios disponibles sólo podían apuntalar ciertas posiciones. Jordi hizo hasta tres veces el amago de forzar su cambio, pero tenían que ser los mismos que merecían irse a la ducha los que revirtieran la situación.

Por eso Alberto, circunstancial hacedor de los cambios, decidió tocar lo menos posible al moribundo y dio entrada a Ángel en lugar de Ernesto y retrasó la posición de Dioni al lateral. La consigna era: bien, perderemos, pero evitemos una sangría pensando en no recibir un mazazo así en la primera jornada y en el golaveraje particular, aquel en el que se repara a final de temporada cuando ya es tarde.

Luego dio entrada a Mario Lafuente en el costado izquierdo relevando a Kike, que en líneas generales salió bastante airoso del complicado marcaje al delantero Daniel Gómez. Pero el equipo ya se había desmadrado entre la abulia de los de arriba y la despreocupación de los de atrás. Todos al ataque. Zafarrancho de combate. La defensa definitivamente fuera de sitio, los dos centrales llegando tarde a los cruces, y llevándose una cartulina amarilla cada uno, las conducciones alocadas de José Antonio, Javi Ricón cortando con la mano un envío a su espalda…

Sólo por ese motivo Alberto aparcó las dudas sobre su estado físico y a falta de cuatro minutos se dio entrada a sí mismo en lugar del debutante Javi Ricón. Únicamente para detener esa locura autodestructiva. El CD Porvenir ya no pilló más la espalda a la zaga blanquinegra y ello pese a lo que tiraba Dioni hacia arriba, deseoso de poder ayudar en ataque como en el primer tiempo y también pese a que José Antonio tanteó a Kike con la mirada antes de sumarse a la delantera sin (¿cuándo se obtuvo algo positivo de ese movimiento concreto?). David González puso algo de cordura retrasando su posición y así concluyó el partido. Por un camino distinto se llegó a la misma derrota final de la temporada pasada, aunque no se sabe cuál duele más.

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