AD Bar Estudiantil 4 Athletic Rompeolas 1
El Athletic Rompeolas entierra casi todas sus opciones de seguir vivo en la Copa
Los blanquinegros salen goleados tras un partido lamentable en el que muestran buena parte de los males que le llevaron al borde del descenso en la liga

Posadas cae al suelo derribado por un jugador del Bar Estudiantil tras un regate en el centro del campo.
AD Bar Estudiantil 4
Luis Cisneros; Andrés Pinilla, José Peralta, Carlos Martín, Pablo Navas (Rubén Palos); Álvaro Pérez (Israel Díaz, 56), Víctor Arganchal, Manuel Pérez (Eduardo Aliu), David Ferrer; Eduardo Giménez (Adrián López, 69), Javier Gil (Aitor Palos, 51).
Athletic Rompeolas 1
Javi; Juan, Dioni (Ángel, 60), José Antonio (Mario Lafuente, 14), Joaquín; Pablo, Rober, Jordi, Fran; Posadas, Adrián.
Goles: 1-0, min 17: Pablo Navas. 2-0, min. 48: Javier Gil. 3-0, min. 58: Aitor Palos. 4-0, min. 65: Aitor Palos. 4-1, min. 73: Fran.
Árbitro: Francisco Vicente. Amonestó a los locales Manuel Pérez, Andrés Pinilla, Eduardo Aliu y José Perellada y al visitante Juan.
Incidencias: Partido correspondiente a la cuarta jornada de la Copa de fútbol laboral. Mañana soleada y cierzo. Adrián llegó a ultimísima hora y le dio tiempo de entrar en el once titular, mientras que Dani, cuya presencia en principio estaba confirmada, no apareció ni dio señales de vida.
LA CARTUJA. La Copa puede servir para disfrutar y dar entrada a caras nuevas de cara a la próxima temporada, o puede suponer un suplicio que acabar cuanto antes. El Athletic Rompeolas, pese a comenzar ganando en la primera jornada al Dépor Bar Chema -no sin apuros- y dar la cara en los dos siguientes encuentros, ha optado por diluirse en una caricatura de equipo en el que cada cual va a lo suyo, que es nada, y muy pocos reman en la misma dirección.
Ya sin el agobio vivido en la liga, en la que se libró del descenso de forma rocambolesca en una última jornada inverosímil, es ahora cuando afloran de nuevo todos los vicios y defectos de un conjunto que no lo es, que sigue sin saber a lo que juega y se viene abajo al mínimo contratiempo. Y es una pena porque la corriente negativa se está llevando por el sumidero nuevas aportaciones tan interesantes como las de Fran, Dioni, Diego (esta vez ausente) y hasta la del efímero Santi Mur.
El sexto equipo con la defensa menos goleada de Segunda Preferente estuvo a diez minutos de descender a Segunda Laboral. ¿Por qué? Pues, en gran medida, porque ese mismo conjunto fue el segundo (de catorce) que menos tantos logró. El gol ha de ser tarea de todos, está claro, pero principalmente es la misión de quien se acerca alguna vez al área rival. Y, ¿qué hay detrás de esa carestía realizadora? Pues, entre otras cosas, un limitado instinto matador, un escaso sentido de la oportunidad y sobre todo, la ausencia de un patrón de juego cuyo objetivo final sea perforar la meta rival. Porque ese es el fin último de este deporte.
En algunas ocasiones, las circunstancias han dejado evidente ese modelo de conducta común para todos: Cuando el equipo se presentaba en cuadro, cuando el rival era superior, cuando el partido se ponía de cara… Entonces se exprimían los pocos recursos con los que se contaban y todos iban a una. Pero cuando esos condicionantes no se han dado, el Rompeolas ha sido un equipo… no ha sido un equipo.

Jordi, en acción individual en el centro del campo, trata de desbordar a un adversario mediante un regate.
Volvió a ocurrir frente al Bar Estudiantil. Poniendo al lector en situación: había que ganar o, como mal menor, no perder y esperar otros resultados para seguir estirando la competición. El último partido disputado por el Rompeolas en La Cartuja debía servir de guía para ese propósito. Un 1-4 labrado al contragolpe, una victoria clave para la permanencia vista con perspectiva. Contención y repliegue en el centro del campo y búsqueda de los espacios a la espalda de la defensa local. Esa fue la receta, a repetir esta vez también. Con el mensaje añadido de que los dos jugadores que repetían en el ataque blanquinegro, Adrián y Posadas, se coordinasen, se buscasen… se entendiesen entre sí y con el resto de sus compañeros. Y que todos evitasen en la medida de lo posible el tan extendido vicio de buscar la acción individual cuando había posibilidad de apoyarse en uno de los suyos. Con la única excepción de Fran, quien podía explotar la conocida debilidad defensiva del lateral derecho del cuadro local.
Y deberes especiales: la vigilancia estrecha de tres jugadores rivales concretos: el por todos conocido Camacho, habitual dorsal 10, que maneja el centro del campo a su antojo (finalmente ausente), el extremo Eduardo Giménez, dorsal 14, que en la anterior confrontación penetró siempre por la banda izquierda, y el delantero centro Javier Gil, corpulento y no exento de técnica.
Poder reunir en un encuentro a los jugadores más técnicos de medio campo hacia arriba debería suponer una ventaja en muchos aspectos del juego. Pero si entre ellos no sintonizan… Es lo que le viene ocurriendo esta temporada, en la que a menudo el centro del campo del Rompeolas se ha convertido en un triángulo de las Bermudas de futbolistas a la deriva en el que, balón que entra, balón que desaparece. Todos necesitan llevarlo en los pies. La primera opción siempre es la aventura en solitario y, sólo cuando se ven acorralados, entonces reparan en que había otras opciones. Pero ya es tarde. No existen las paredes, ni los desmarques.
La siguiente secuencia de imágenes corresponde al reciente partido disputado en Leciñena, pero sirve como resumen de toda una temporada. Al fondo, queda la portería rival.
En el choque frente al Bar Estudiantil, el Athletic Rompeolas hizo todo lo contrario a lo planteado. Se habló de buscar la espalda de la zaga local y no se hizo ni un envío en largo. Se mantuvo la posesión de la pelota en zonas intrascendentes y se optó siempre por la aventura en solitario. Ya fuese recibiendo el balón de cara o de espaldas, los blanquinegros primero buscaban el recorte y luego el regate. Ni para apoyarse atrás un instante y luego recuperar el balón en una posición más franca.
Adrián, que en su regreso al Rompeolas no ha encajado nunca en el no-juego del equipo, se mantuvo como un ente aislado que jugaba -lo intentaba- siempre en solitario. No se entendió nunca con Posadas ni con el resto del equipo.
Para colmo de males, en el minuto 14 José Antonio sufrió un pinchazo en la parte posterior de una de sus rodillas y fue sustituido por Mario Lafuente. Dioni, su pareja en el centro de la zaga, ya andaba con el freno de mano echado por sus habituales problemas musculares. Ambos tenían que hacer frente a la poderosa presencia de Javier Gil, ése sí, nueve de referencia. Y, además, al continuo bullir del desbordante Eduardo Giménez, que se movía a su antojo entre líneas y por las bandas. El chiringuito resistía, con flagrante mano de Dioni dentro del área incluida, pero tras un mal despeje del Rompeolas, el balón volvió al área centrado desde la parte derecha y en el segundo palo quedó al descubierto un cráter defensivo que Pablo Navas aprovechó para rematar a gol.
«Hay que poner un tío marcando por todo el campo al 14», propuso la veterana voz de Ángel desde el banquillo. ¿Quién podría ser ese tío de los once sobre el campo que, a costa de desordenar el equipo, consiguiese frenar al futbolista más peligroso de los locales?
Mientras tanto, el guadianesco Javi, que aparece y desaparece sin más, realizó un par de paradas magistrales que evitaron una sangría del famoso 14 antes de la media hora.
En el ataque del Rompeolas sólo se salvó nuevamente Fran. El único que atendió a las indicaciones. Forzó dos cartulinas amarillas explotando las debilidades de la banda derecha del Bar Estudiantil y remató a puerta.
«Somos un equipo sin alma. Nadie protesta», volvió a comentar exasperado Ángel tras una acción en la que Jordi se dejó caer dentro del área cuando pudo haber intentado rematar a puerta.
La reconvención en el vestuario durante el tiempo de descanso sirvió de bien poco. El Rompeolas se hundió definitivamente conforme fueron cayendo los goles locales. No salió nada. Si lo hablado, ni lo que los jugadores intentaron sobre el campo, que desde luego no fue lo mismo.
Jordi vivió una mañana de los horrores en la que no se salía nada de nada. Los pases se quedaban cortos si debían ser largos o se perdían lejos si alguien la quería en corto. Y el autismo de los jugadores de ataque se hizo exasperante.
El 2-0 fue de Javier Gil. El 3-0, del recién ingresado Aitor Palos. Éste haría luego también el cuarto. El Bar Estudiantil había movido el banquillo retirando a sus jugadores más peligrosos y obtuvo aún más premio.
Con el 3-0, Dioni optó por retirarse del terreno de juego y salió en su lugar el bullicio de los banquillos, Ángel, que previamente se había ofrecido para tapar el lateral derecho. Finalmente fue situado como interior por la banda derecha y ello obligó a recomponer el once con Pablo, de central y Jordi, en el centro del campo. El 7 del Rompeolas, como la gaseosa, perdió toda su fuerza en un momento.
La debacle era digna de los pasajes más oscuros del Rompeolas. La zaga naufragaba con cada contragolpe local. Ante la desesperación de Pablo, Mario Lafuente se limitaba a quedarse parado con el brazo derecho reclamando fueras de juego que no eran o a caso pedía clemencia como los luchadores inmovilizados con una llave letal. Y todavía faltaban 20 minutos. Tras cada error, la habitual colección de muecas y gestos de desesperación. Es éste un grupo de jugadores con mucho talento pero de moral muy frágil. Parecen necesitar siempre el viento a favor porque si no se vienen abajo.
En los últimos minutos, tras varias acciones en las que a Jordi se le vio más centrado en su nuevo papel (que tampoco distaba tanto de la posición que ocupó antes cuando se movió a su aire por el centro), los blanquinegros hasta hilvanaron un par de jugadas con varios pases. En una de ellas, Juan sacó la pelota por el centro y envió un pase a Adrián. Éste descubrió a Posadas como compañero y le pasó el balón a lo que éste respondió con dios santo otro pase a otro compañero. A Fran, que de un zurdazo, marcó el gol del ¿honor? del Rompeolas.
El último partido de la fase de grupos de la Copa fue el triste epílogo de una competición que pudo haber acabado de otra manera. Sólo diez jugadores dieron la cara frente a un Veteranos Garrapinillos ya claficado que también se presentó en cuadro en el García Traid. Volvió a marcar Danigol, pichichi del Athletic Rompeolas. Hizo dos goles en la derrota 2-3 frente a los del barrio rural para reivindicarse otra vez más. Para reivindicar el valor del gol.